miércoles, 5 de octubre de 2011

Una noche imposible

Esta noche fue una noche imposible. El insomnio se apoderó de mí y no pude con él. Es asunto fácil, pensé, solo tengo que dormir... pero no pude. Estaba claro, es asunto fácil pero tenía un problema. Yo no soy de esos que cuentan ovejas hasta el amanecer, así que me puse a imaginar que era el presidente del gobierno de España; ser presidente es más entretenido que contar ovejas. Y entonces me puse a tomar decisiones según qué ministerio. Empecé por sanidad: faltan hospitales, centros de salud, personal sanitario, medicamentos que ya no nos sirven... Luego pasé a educación: faltan escuelas y sobran maestros, perdón, maestros que no quieren cobrar, comedores escolares, becas, (ayer, oí decir ¿? a Àngels Barceló que una familia de cuatro miembros con un único salario, que no salario sino ayuda familiar de cuatrocientos euros, su hijo pequeño, ya no tenía derecho a beca de comedor). Como el sueño no había manera de que apareciera seguí con de obras públicas: faltan carreteras y sobran contratistas, sobran favores y faltan contrapartidas, falta mano de obra a pie de tajo y sobran mandos de casco blanco con el dedo apuntando hacia las estrellas. Faltan viviendas de promoción pública y ayudas al alquiler de precio tasado, y también para estudiantes. Después pasé al ministerio de energía: qué cara está la electricidad, la gasolina, el gas, uy, uy, uy... no puede ser que haya subido un diecisiete por ciento en lo que va de año la energía, no, no... ¡Vaya por Dios, se fue la luz!. En plena auditoria ministerial se va la luz. Esto más parece un boicot, un pacto quizás entre compañías eléctricas... y mal pensado sospeché: ¿se pondrán de acuerdo para regular los precios y los apagones? Ay, no sé... ¿Qué ocurre en la calle, oigo gritos? Es una manifestación, me están insultando y piden mi dimisión. Cómo es posible si soy el presidente del gobierno de España. Que no, ¡A mí La Legión!. (No pude seguir en ese plan. Así que bajé a la cocina, abrí la nevera y bebí un vaso de leche, puse mi mente en blanco, y, ciudadano arrepentido, empecé a contar ovejas: una, dos, tres, ¡saltito!, cuatro,...). Buenas noches señor presidente, que tenga felices sueños.

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