viernes, 7 de octubre de 2011

Un café

-¿Un café, cariño?
-Vale.
-Quiero hablarte de un problema que surgirá en el mismo momento que tomes el café.
-Uy.
-Sí, porque con el café comenzará una historia que debes saber. Te cuento: Una de las claves de la felicidad es aprender a aceptar el final de las cosas.
-¿Adónde quieres llegar?
-No me interrumpas: Como bien sabes, la vida no es para siempre. Cuando termina una etapa hay que saber apreciar lo conseguido, valorarlo, y pasar página.
-¿Qué me estás contando?
-Lo cierto es que no quiero que te vayas con mal sabor de boca.
-No entiendo nada...
-Pues que lo único eterno es el amor, y sin amor nuestra relación no tiene futuro...
-¿Qué me dices?
-Que se acabó el amor que tenía destinado para ti. Y quiero que te vayas, pero no con resquemor, y menos sin saber por qué.
-¿Qué me dices?
-Y dale, digo que ya no te quiero. ¿Qué no entiendes?
-¿Quieres divorciarte?
-No, que perdería la pensión.
-Ay, qué peso me quitas de encima. ¿Qué diría mi mamá?
-Hace tiempo que lo llevo pensando y no sabía cómo. He consultado a unos y otras y nadie supo darme una respuesta que no despertara una duda razonable, y cuando daba por hecho que tenía que emplear la fuerza bruta, o un instrumento a la vieja usanza, en un libro de final tenebroso encontré la idea perfecta. Fijo que acabarás llorando como una plañidera, pero es mi decisión. No quiero que dudes de mí, por eso, quiero decirte que en el café que te acabas de tomar te puse unas gotas de muerte. Así, cariño, solo decirte que ha llegado tu final, que estás más muerto que vivo, y que hay otra en mi vida.
-¿Otra en tu vida? ¿Otra mujer, quieres decir?
-Sí. Pero el mundo seguirá girando y generando belleza sin ti. Tú contemplarás el cielo desde abajo y dejarás de darme lástima. Relájate, lo tienes que aceptar como natural. Y, como el amor de tu vida es, y seguirá siendo mamá, seguro que ella nunca dejará de quererte. En fin, no te deseo un mal mayor que la muerte, así que, como en todo final se encuentra la semilla de un nuevo inicio, ojalá encuentras una mujer más parecida a tu mamá que yo en el infierno. Solo decirte, porque te veo palidecer, que te vaya bonito... Y para que el azar o la ciencia no me jueguen una mala pasada, antes de lanzar al aire la voz con el último grito de dolor por tu ausencia, pondré tu cuerpo en formol cuarenta días.

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