domingo, 9 de octubre de 2011

Sin ella soy apenas

La vida tiene cosas demasiado preciosas como para no aprovecharlas. Un día soleado, un mar azul, la sonrisa alegre de un bebé... Mi mascota enferma se muere y aún menea la cola en perfecto y acompasado movimiento... Imposible describir tanto amor. Aviso, y no es una amenaza, llevo un tiempo controlando mi ira pero no sé cuando ocurra cómo acabaré. Ayer, y como si estuviera esperando lo peor -que lo espero-; como si ya hubiera ocurrido, cegado con ira de la mala cerré mi blog en El País. (Pena). Quién cuidará de mí en mis noches desveladas. Siempre, cuando regreso aún ido de mis ausencias está ahí mirándome asustada... ojos tristes... mirada de terror. Mis ausencias me llevan a enfrentarme con una realidad que no llego a entender. Vivir de esta manera sin culpa no es vida. Yo nada tengo que ver con mis ausencias. Soy inocente. Vivo esclavo y preso de horrores, es como vivir un infierno interno sin darte cuenta. No soy yo. ¿Quién me puede otorgar el perdón de algo que no entiendo, ni me siento culpable, quién me puede devolver la consciencia en mis noches desveladas... Quién cuidará de mí cuando ella no esté. Tengo que aceptarlo sin más. Entonces, ¿debo comenzar a experimentar cómo será mi vida sin ella? Existen cosas en esta vida que aún no estoy preparado para aceptar. Ni quiero. Soy viejo, ¿y qué? Acaso dejo de ser y sentir por ello... Lo presiento, la muerte viene por ella y lo sabe. Amor por una mascota. Le hablo, le digo a todas horas porque siempre estoy con ella, y me importa un carajo si en casa o en la calle ¿qué? Nos hablamos y nos ven. Nos queremos. Son cosas que a nadie importan. Me acerco a ella y le digo. Cada cual que piense lo que quiera. Desde el mismo momento en que sentí que estaba empezando a flotar entre nubes de algodón, que mi mente no me respondía, que mi alma galopaba entre la nada y no era de gozo ni alegría, me di cuenta que sin ella soy apenas. Mi mundo se romperá cuando ella no esté... ¿Y entonces?

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