domingo, 2 de octubre de 2011

No quiero ser un poema

Acertó de pleno quien dijo que la primera víctima de la fraticida lucha política era la verdad. Supongo que la democracia es lo que es, con acequias incluidas. Entre la verdad aniquilada está también la honradez y la decencia, y el mínimo respeto por la colindancia. La cotidianidad se apodera de mí: Lamento que estemos en época de elecciones, porque me aburre horrores decir de la política, y a pesar de todo y sobretodo de sus actores principales. Luego está la guerra de los medios con sus intereses siempre interesados. Es lo que hay, pero no lo que nos queda por ver, porque apenas iniciada la campaña electoral por el poder político lo mucho que nos espera ya lo iremos padeciendo para luego sufrir sus consecuencias. ¿Quién da más? Uno da esto... y el otro, además da aquello. País de fábula, de cuentos infantiles. Blanca nieves y los siete enanitos. Y el lobo feroz de Caperucita Roja. El lobo feroz será el regalo de Navidad. Paco con la rebaja. Yo nunca supe quién era Paco con la rebaja. Tampoco el hombre del saco. Cosas de niños supongo. Entonces, si de niños hablamos, yo me pido ser niño cantor de Viena. No quiero ser un poema. Ayer noche, la chismografía de mi pueblo, sentados en el banco de la avenida, el banco de los viejos tristes de morir, congelados, porque hacía un frío de muerte, auguraba tiempos de sangría. Yo temo por la sanidad, por las pensiones, por la educación. Estado del bienestar. Pero más me duele la alegría perdida del pueblo, quizás enterrada en el campo de las flores donde de niños juegan a ser mayor. Quién pudiera ser niño para siempre... y, sino, morirme en tus brazos, pero ya sin resucitar juntos. Así les daremos carnaza a las santas plañideras confirmando los rumores, las conductas sospechosas... Hoy, más nunca, la información es poder. Sin embargo, se sabe lo de ellos, se sabe lo nuestro. Se sabe casi todo y aún seguimos ocultando la verdad.

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