viernes, 28 de octubre de 2011

Alguien murió

-¿Sabes quién murió?
-No.
-¿Lo quieres saber?
-No.
-Cómo eres... te lo diré igualmente: murió el alcalde.
-¿?
-No recuerdas quién era el alcalde?
-No.
-Pero si era el alcalde de tu pueblo, ¿cómo es posible que no lo recuerdes?
-No.
-Además, os he visto jugar a cartas y reíros. Erais amigos. ¿Has cambiado?
-No.
-Entonces qué te ocurre con él, ¿acaso os enfadasteis?
-No.
-Lo tuyo es mucho...
-¿?
-¿Qué quieres decir con ese interrogante?
-No quiero decir nada, a no ser que me vaya la vida en ello.
-No te entiendo...
-¿?
-Y dale...
-Vale, te contaré, pero no quiero que me respondas ni me preguntes y menos que cuentes por ahí lo que te voy a decir.
-De acuerdo, soy una tumba.
-Ahí te mandaré si me entero que has hablado con alguien de este asunto.
-Será un secreto entre los dos.
-Entonces calla y escucha: Para sobrevivir a través del tiempo debemos renacer y renovar esperanzas cada día. Descifrar el presente y construir una vida con vivencias. O inventarnos una vida más confiable, aunque ello implique volver a los años de la inocente juventud, para así volver a creer en el amor colindante con una historia verdadera que lo sostenga. El caso es que ya nunca volveremos a ser quienes fuimos, ni arreglaríamos nada si lo fuéramos. Ni volveremos a tener lo que tuvimos si lo perdimos. Lo que era ya no es, o sea, ya nunca será. No merece la pena conservar nada que no es. Me gusta construir no reconstruir. Tengo una vida. Es una vida que quiero compartir con quien me quiera, y nunca me importó dar el primer paso. Eso sí, quien nada me aporta no me interesa, como tampoco me cuesta una lágrima enterrar un sentimiento desafortunado. (La palabra dada se mantiene con todas las consecuencias).

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