jueves, 1 de septiembre de 2011

Una dama y su embeleso

Nada tiene mayor efecto tranquilizador para la inquietud del alma que la delicia de un beso con ternura, con suavidad y con entrega. Un beso apasionado. Un beso es un tributo a lo excelso y a lo etéreo. Al verdadero amor. Un beso por sí mismo sublimiza un carácter mal encausado. Aquieta los sentidos, cambia el rumbo de una reacción improcedente. Un beso calma la sed. La pena es que el beso en estos tiempos tan agitados es que el beso va perdiendo un poco de su magia para convertirse en un acto social. A ellas un beso y a ellos la mano, o viceversa, o al revés. Que igual antes ya era antes así, no lo sé... prometo que no lo sabía... Y nadie me lo dijo, ¿qué? Corren malos tiempos también para los besos. Un beso de amor. También un beso amigo. Igual perdimos la capacidad si la tuvimos algún día de amaros los unos a los otros... y emocionaros. Quizás estamos tan abrumados en nuestra cotidianidad con nuestras obligaciones fundamentales, que ya nada nos sorprende. Nos hemos convertido en personas abrumadas donde los acontecimientos importantes nos pasan de soslayo y nuestra razón no los registra porque llevamos puesta una coraza con el propósito de sobrevivir en esta jungla salvaje y no interiorizamos la belleza de la vida. ¿En qué momento de nuestra vida perdimos la razón, la noción lógica de las cosas. El valor de un beso? Ni siquiera reflexionamos sobre lo que a diario nos acontece... ¡Sálvense quien pueda, esto es la guerra!. Sencillamente pavoroso. Ni una buena vecina, o en su defecto una vecina buena. De estrellas que iluminan el cielo está el universo lleno, pero no miramos al cielo. Y si miramos, solo es para buscar una excusa y convertir la mirada en un argumento para pedirle a Dios mío todopoderoso perdónanos nuestros pecados y otros dolores de cabeza. Apiádate de nosotros y amén. Tan cerca y tan lejos. No basta el beso de hoy, no basta un jueves de esperanza en el calendario porque aún no me has dado el beso de ayer. ¿Recuerdas? ¿Dejarías que se explicase el beso de ayer que no me diste? Y luego está tu desnudez sobre mi cama... Y está tu mirada serena, tu risa y tu sonrisa sin temores... Esta tu embeleso. Ángel González murió sin explicar algunas cosas. Lástima de muerte que casi nunca anuncia el entierro.

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