jueves, 29 de septiembre de 2011

Candela

-Qué alegría, ¿cómo te va? Cómo pasa el tiempo... diez años o más que no nos vemos...
-Sí, diez años. Pues me va bien, ¿y a ti?
-Muy bien. Me casé con Candela, ¿la recuerdas?
-Sí, sí... claro... sí la recuerdo...
-Tenemos dos hijos. Por cierto, el mayor se llama como tú.
-Me alegro por vosotros...
-Gracias. Lo peor el trabajo de Candela, le trae de cabeza. Un día aquí, otro allí; siempre en la carretera o el avión. Es alta ejecutiva en una multinacional y eso es mucho. Ayer llegó de París y este sábado se va a Turín. Están instalando una feria de muestras y tiene que ir preciso, si no les marca ella las pautas son incapaces. Es el alma de la empresa... Pero ella, yo, mis hijos, ¿y tú? ¿En qué trabajas? ¿Qué haces? ¿Te casaste?
-Pues yo apenas hago, todo lo hace Candela... Perdona, es broma... Lo mío no tiene importancia: no me casé, no trabajo, ya sabes, la crisis. Estamos jodidos... Lo siento, ahora me coges con un poco de prisa. Me alegro de verte. Dale recuerdos a Candela.
-De tú parte, muchas gracias. Oye, por qué no me das tu número de teléfono y te llamo cuando regrese Candela de Turín y salimos los tres a cenar y recordar viejos tiempos...
-Vale, pero no te preocupes, ya quedo yo con Candela cuando vuelva...
-Pues casi mejor...

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