lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Borrón y cuenta nueva?

Ayer, un grupo de presos de ETA pidieron perdón a sus víctimas y dijeron que ya vale de terrorismo, y piden la paz en el País Vasco. Tengo forjada mi opinión desde que Franco era ese hombre que le cantaba Víctor Manuel. Me gustaría que de una vez por todas desapareciera la violencia etarra de este país, pero no sé ni cómo ni cuándo. Todo apunta a que nunca se estuvo tan cerca, ojalá. Este sí que es un asunto bien jodido, porque hablamos del valor de la vida, vida inocente. Hombres y mujeres del País Vasco viven en un sinvivir. Los periodistas no interpretan la noticia (no saben no contestan) porque aún se respira miedo. A vivir se aprende, no como los animales irracionales que se respetan, pero se aprende, y luego llegamos a enamorarnos de la vida. Por tener y mantener unos ideales nadie debiera morir. ETA debe abandonar esa pasión ciega que les impide poder despertar cada día a un nuevo amanecer emocionado. La muerte no conduce a ningún lugar, y las imposiciones están pasadas de moda. Hoy en día no se entiende que la vida moneda de cambio. La vida no tiene precio. ¿Qué ganan con ello? Horror... miedo... y todo en el país que les vio crecer. ¿Si tenemos tanto amor que regalar por qué repartimos odio? ¿Qué les mueve tanto desvelo ahora, a esos que hasta ayer fueron terroristas? Estoy convencido que todo lo que sea trabajar en esa dirección, en manifestarse en contra del terrorismo de ETA es positivo. Aunque el daño ya será imposible de reparar. ¿Existe de verdad en ese pedir perdón que acabe la violencia? Lo digo porque muchos ya no nos fiamos... Muchos tenemos preguntas por hacer... otros tendrán las respuestas. Estamos obligados a creer que no todo está perdido, pero es una elección que todos deberíamos saber leer de soslayo con esperanza pero sin fe. Y al parecer sin fe no hay esperanza. Paz, no compasión. Y en cualquier caso no al olvido. El odio y la venganza nada resuelven. Alguien con la cara seria, mejor un poeta, debiera explicar que el amor dedicado a los demás y a uno mismo, que el amor vivido y el que queda por vivir no admite demora. Porque se quiera o no, sin amor nadie puede perdonar. Quizá no quede otra que perdonar. Donde hay concordia siempre hay paz. Una paz a la que se llega por los caminos del arrepentimiento y el perdón. (Y ahora es cuando las víctimas del terrorismo deben hablar... ellos tienen la palabra. Si pueden, que no sé yo...).

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