martes, 30 de agosto de 2011

Una dama arrepentida de su mirada

Confundida, a veces no sabe si llorar o ahogarse en el derrame interno de su melancolía... Frente al espejo ve unos ojos de felina que agudiza su natural expresión de tristeza. Hoy cree que lo está en exceso, y busca en el reflejo de sus palabras ocultar la dicotomía de su corazón, la verdad de su dilema. Y disfraza el perfil de su historia, aunque imperiosa, siente la necesidad de llenar sus vacíos, de adherirse a la vida, a sus ojos alegres de su mirada, y se refugia en las atenciones propias de su pasado. Ya solo encuentra paz en el silencio ante la complicidad de unas cuantas lágrimas de alivio... Desde el primer momento supo que no estaba a la altura de sus sentimientos... Ha dejado de ser la soñadora de siempre para ser una dama arrepentida de su mirada. Triste de morir, ahora es hija adoptiva de la voluntad de si misma. Recuerdo una tarde de café y su compañía que se dejó llevar por la conversación, ¿cómo te va? me preguntó, y sin darme tiempo a contestar siguió feliz hablando enamorada de la vida con verbo fácil y besos de pétalos. Después hablé yo, y nuestra conversación llegó a tomar alas y en la noche las estrellas se iban acomodando en un jardín donde sus aguas avivaban su alegría (y mi esperanza). También la luna salió a escena... Fue una velada para el recuerdo. Ahora el cielo de sus desventuras la convirtió en agónicas palabras. Una idílica tarde de café no fue más que un resquicio para el escape furtivo que, entre palabras sugerentes, se prolongó más de lo debido. Consecuencia de su destino, mareado por sus desprecios, tan solo quería ser capaz de alcanzar una respuesta sincera de su boca... Me hubiera gustado que hubiera sido sincera conmigo.

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