lunes, 29 de agosto de 2011

En defensa de mis intereses

Confieso mi pasión por la vida, la familia, los amigos y amigas, y las vecinas. Y mi pasión la defendería ante un tribunal de justicia con todas las consecuencias. Eso sí, aquello que me ensañaron de niño que el orden no altera el producto... no, que no es lo mismo amar que ser amado, y lo llevo muy al día y cada cual en su sitio. Quiero decir que primero mi esposa y luego mis hijas que son mi familia, y ya después, pero de cerca, mis amigos y amigas, y las vecinas. Pues bien, ayer, unos amigos de antes y de ahora de mi esposa (yo no tengo, los enterré a todos. Ay, no se puede llegar a viejo. Ahora ando en tratos para adoptar una amiga, pero el papeleo en estos casos es tremendo. Así que igual las circunstancias me obligan a desistir en el empeño; de momento me "aprovecho" de los amigos de mi esposa. Otro día hablaremos de los amigos después de la tormenta...), matrimonio enamorado con una hija encantadora para más señas, y mantuvimos una acalorada discusión por el orden que ocupa cada cual en nuestro corazón. Que no tuvimos los cuatro, que me explico mal y luego pasa lo que pasa, que solamente fuimos ella y yo, que mi esposa me miraba de soslayo airada con las peores intenciones y su marido se mantenía al margen por si las moscas. Ella sostiene, y también defendería ante un tribunal de justicia, y patatín y patatán, que primero su hija y luego su esposo... Qué me dicen... ¿me iba a callar, y sobretodo estando en mi casa y ofendiendo al amor verdadero ante mis narices? Pues no. Lógica. ¿Cómo que primero tu hija y luego tu marido? ¡Oiga usted, un respeto!. Le dije con la cara más seria que tenía (era domingo y podía presumir). No me digas eso que la liamos parda. Pues sí, me dijo con la naturalidad que una se puede permitir en tierra extraña. (Son de Asturias y asturianos... ay). Y entre risas y alguna mueca nos enzarzamos y casi nos tuvieron que separar, ¿cómo no va haber guerras si hasta en el amor no nos ponemos de acuerdo? El humano ser es incorregible, querer tener la razón cueste lo que cueste. El asunto es serio y se presta fácil a debate. Y sin dar el brazo a torcer tomamos café y hablamos del tiempo (tema recurrente para estos casos cerrados al acuerdo). Hoy, ya se han ido, y humildemente he reconocer que yo tenía razón. A la porra el árbol genealógico. Enamorado de la vida, la familia, los amigos y amigas, y las vecinas, si ordeno mi corazón en primer lugar va mi esposa y luego mis hijas. Sentencia final elevada a definitiva sin posibilidad de recurso. (El quid de la cuestión estriba en la razón por la cual me casé enamorado y al cabo de los años descubrí el amor. Porque yo, damas y caballeros, soy mi propia esposa).

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