martes, 26 de julio de 2011

Mi favorita

Dice una canción popular: "Para decir adiós, sólo tengo que decirlo". ¿Entonces...? No tan simple, realidad, que torres más altas se vieron caer. Despedidas mayores. Amores rotos. Amistades que fueron. A las puertas del silencio te espero... tú, mi favorita. Ante hechos como el ocurrido, pienso lo mismo que usted si aún no se ha ido o perdido... y vienen a mi mente rostros conocidos por su nombre de pila o seudónimo... Son jueces, políticos, gremialistas, testaferros, banqueros, síndicos, legisladores, mandatarios, diplomáticos... Y sus hechos incontrovertibles, fortunas, complicidades, robos, cohechos, porcentajes, nepotismos, presupuestos amañados, desvíos del erario, lujos insultantes, sueldos millonarios, falsas ubicaciones, pagos a cuenta, tantos por cientos, cuentas encubiertas, paraísos fiscales, fraudes y más fraudes, compraventa de palabras, silencios, mafias, chantajes, impunidades... Y uno, inevitablemente protesta y mira al cielo: ¿por qué tenía que tocarte precisamente a ti, mi favorita, y no a cualquiera de esos malditos? Ese atavismo evolutivo está detrás de mi necesidad: Sí quiero y requiero. No me mortifico más. Disminuidas mis facultades psíquicas, pero consciente, te digo adiós. (Forzar la continuidad de relaciones muertas es enfermizo. Para hacer buenos los finales, resultan eficaces las sugerencias de Martha Beck y Raymond Fernández, los "Asesinos de los Corazones Solitarios").

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