domingo, 3 de julio de 2011

La base para aspirar al buen amor

Las palabras que no se relacionan con la verdad no merecen la pena ser oídas, son un sinsentido, al margen del daño que pueden provocar. Hablo de lealtad, de confianza, de fidelidad... todo es lo mismo porque lo uno lleva a lo otro. Hay que ser leal con uno mismo para serlo con los demás. Si no hay lealtad, en una relación de pareja, aparece la desconfianza y con ella la infidelidad. Es preciso ser leal para crecer como persona y no caer en la miseria de la desconfianza. La fidelidad que uno pretende para sí es la justa medida que se debe dar. Y esto solo se consigue si miramos de frente y a la cara con los ojos del alma y obramos con el corazón. Lo cierto es que vivimos tiempos tan difíciles que a veces nos impiden ver las cosas con claridad. Pero no por eso se tambalea el universo y el amor que lo mueve. Tampoco debemos confundirlo con la hipocresía que tan acertadamente Moliére definió como el colmo de todas las maldades. La lealtad es la verdad que nos interesa a todos, que una sociedad no alcanza su madurez sino suma la lealtad a sus valores. Una sociedad es lo que son sus valores. También es importante saber qué camino tomar, además de elegir al acompañante para ese camino. Porque no se trata de dejarnos llevar, sino de ser leales. No se trata de anularnos, sino de saber perdonar. No se trata de cegarnos, sino de decir la verdad, de confiar para alcanzar la fidelidad. No, no se trata de dejar pasar la oportunidad de aclarar a otra persona las consecuencias de sus faltas, sino de aprender a valorar juntos el diálogo en busca de la verdad, considerando que no existe una única verdad. Pasa por dar para recibir, sembrar para recoger. Pasa por respetar al colindante. La lealtad, la confianza, la fidelidad, son valores fundamentales para la convivencia humana. La base para aspirar al buen amor. Aspiremos pues a ese amor practicando todo lo bueno que conlleva. Y encierra.

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