domingo, 3 de julio de 2011

Algo de mí

Si por un aquél llegáramos a intimar, que no lo sé, igual les debiera hablar de mi mascota. Mi mascota es una perra, una compañera de viaje. Es quien en los momentos más difíciles de mi vida actual, en esos días de ausencias, cuando vuelvo desorientado, siempre la encuentro a mis pies con sus ojos y su mirada atenta moviendo la cola acompasada de alegría. Ella es mi vida más íntima. También mi enfermera. Es un amor a la puerta del silencio. Lamento si algún día (vanidad de vanidades, don Antonio Machado) alguien pudiera hacerse ilusiones a pesar de los pesares sobre un servidor de la palabra a tiempo parcial, porque para mí no hay otra que no sea ella. Aclarado el tema (no quiero que haya malos entendidos), les diré que hoy, luego del más frugal de los desayunos, salimos a pasear por el campo. También les diré que vivo a escasos metros de un paraje incomparable. Estoy seguro que fue aquí donde todo comenzó, pero no tengo datos científicos que lo confirmen y meterme en jaleos de propiedades con la Conferencia Episcopal no me apetece. Además, y lo digo con los dedos cruzados (lagarto), a Rouco Varela cardenal le tengo pavor, o pánico si es más. Según me cuentan mis informadoras, les tendría que pedir permiso para decirles dónde vivo, quizá porque no les interesa. No sé. Puede que tengan razón: ellas saben.

El asunto que hoy me anima a escribir (además), es que tengo un pálpito que quería compartir con ustedes. Una amiga que además es una dama vendrá a visitarme este verano. De momento solo lo sabemos ella y yo. Lo cierto es que a mí me haría mucha ilusión que viniera. Desde el día que nos conocimos (y ya llovió desde entonces), enseguida nos dimos cuenta que teníamos en común el amor por la palabra escrita y la santa poesía. Y por la vida. Ella, mi amiga, es cautelosa y temerosa como las violetas (sin duda las flores más hermosas) que se ocultan bajo la hierba hasta no tener la certeza que quien se acerque y las vea, sepan apreciar en todo su esplendor su belleza. (Que en ningún momento de nuestra vida destruyamos una esperanza colindante para lograr nuestros objetivos).

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